Editorial
Cuando JAR comenzó, queríamos específicamente poner entre paréntesis la cuestión de qué era la investigación artística, a fin de concederles un espacio más experimental a las articulaciones de la práctica como investigación, o exposiciones, como las llamamos. A estas alturas, podrían argüir algunxs, ya hemos tenido un tiempo suficiente como para llegar a concluir qué es lo que vale o no como investigación artística. Pese a ello, seguimos subrayando que este tipo de definiciones no son parte del mandato o propósito de JAR. De hecho, parece que el campo ha funcionado y se ha expandido de manera bastante exitosa sin que exista una clara comprensión de lo que es la "investigación artística". En el camino, por supuesto, muchos de sus comportamientos se han ido codificando, viéndose informados en su mayor parte por la educación doctoral, y sus aproximaciones se han ido sancionando tanto de manera positiva y relevante para el campo como negativamente, por ser de un tipo diferente. Bajo la cubierta, (todavía) operan presuposiciones al respecto.
En lugar de aceptar un statu quo que muestra tal grado de irresolución, podemos mirar hacia la dirección del viaje, porque hay dos. Está la que, al construir desde lo conocido hacia lo desconocido, busca aumentar el conocimiento, mientras que la otra, que desafía lo conocido desde lo desconocido, persigue diferentes tipos de conocimientos. De acuerdo con la primera de estas direcciones de viaje, cuando la investigación artística prosigue su incursión inicial en la trama del conocimiento ('academia'), se hace progresivamente más clara y transparente, de acuerdo con las experiencias que tengamos de ella. Esta dirección puede construirse sobre pilares que gozan de cierta credibilidad histórica, como, por ejemplo, las nociones de "conocimiento tácito", los entendimientos perceptivos de la "estética" o los enfoques más cualitativos y subjetivos que provienen de otras disciplinas, como la autoetnografía. Cuando se sigue esta dirección, los aspectos menos consistentes se dejan para un momento posterior, pero el objetivo sigue siendo el de conquistar epistémicamente los aspectos desconocidos.
En un contexto académico, a menudo puede observarse un patchwork epistemológico de este tipo a pequeña escala: varios dispositivos de encuadre, como los textos introductorios, las revisiones contextuales, las secciones de metodología o los pasajes reflexivos proporcionan un esqueleto ampliamente aceptado, entre cuyos huesos queda suspendida la "carne" que constituye la contribución del arte al conocimiento, frecuentemente sin que haya comentarios al respecto. En cierto sentido, este enfoque del arte y la investigación sigue un patrón estándar e institucional del arte según el cual los sitios (sala de concierto, galería de arte, etc.) no solo hacen que este sea posible, sino que también lo posicionan (al señalar su pertenencia a cierto contexto y a cierta historia) y lo hacen (al dar vigencia y valor simbólico a la práctica artística). Este enfoque continúa operando al interior de los mismos eventos artísticos, cuando el arte se eleva a un escenario o un pedestal, es decir, cuando se le aísla de lo que no es. Las etiquetas o notas de un programa, los ensayos críticos o las reseñas enmarcan y enriquecen la obra, mientras que el umbral que enrarece el arte, al separarlo de su entorno, aún se mantiene.
En las articulaciones de investigación artística, incluidas las exposiciones que publicamos en JAR, las demarcaciones de "zonas" artísticas, contextuales o críticas de este tipo siguen aplicándose a menudo. Puede que no siempre se les identifique explícitamente como tales, en particular cuando tienen lugar en un único medio, como sucede en nuestro caso con las páginas web. Aquí, debemos asumir que existe un espacio de encuentro desigual, en el cual diferentes elementos desencadenan diferentes registros epistémicos y/o estéticos. Estas desigualdades en y entre las articulaciones de la práctica como investigación no son problemáticas en sí mismas —podrían incluso ser necesarias—, pero es dentro de ellas que podemos experimentar no solo dónde se trazan las líneas, sino también cuáles son las relaciones entre ellas que contempla su autor. Y es aquí, en el grano de la exposición, donde este editorial quiere crear conciencia acerca de la dirección del viaje entre lo conocido y lo desconocido.
En este contexto a pequeña escala, debemos mirar no solo el papel y la función de cada elemento, sino también cómo afectan a todos los demás. En ocasiones, puede ser difícil imaginar de qué trata un escrito antes de ver un diagrama o una ilustración que ayude a aclarar el argumento. En otras, leer el relato histórico de una práctica artística nos permite enfocar un detalle de obra que, de otro modo, podría haber escapado a nuestra atención. En ambos casos, el significado atraviesa diferentes modos de articulación, funcionando un único modo con un éxito mucho menor. Sin embargo, aquí el conocimiento se está enriqueciendo o está aumentando de una manera que nos resulta reconocible, mientras que también se puede dar lo inverso: que las obras de arte desestabilicen o suspendan el conocimiento, tal como lo conocemos. En este caso, un texto puede volverse más profundo o denso; un argumento histórico simple puede volverse más complejo; o puede emerger otro "sentido" general de lo que está en juego. Aquí, entonces, tenemos que el arte irradia su propia epistemicidad hacia áreas o modos que usualmente se mantienen distintos.
Esta dirección de viaje que conduce desde lo desconocido a lo conocido parece romper las variadas presuposiciones que ponemos en el tapete, debido a que la identidad de cada elemento se vuelve borrosa. Si seguimos esta dirección, lo que solemos considerar como el dominio institucional del arte parece haberse expandido hacia esos otros dominios del conocimiento, lo que dificulta identificar dónde se encuentra o, para el caso, qué significa exactamente el arte. La noción misma de "investigación artística" se ve afectada por esta elección de la dirección, puesto que cada práctica artística la abordará de manera diferente. Para JAR, entender la "investigación artística", entonces, debe ser un proceso abierto.
Prestarle atención a esta segunda dirección de viaje no se detiene en el diseño de las exposiciones. Si miramos el papel y la función de los artistas en proyectos interdisciplinarios más grandes, a menudo los vemos entregando materiales adicionales para que se conviertan en conocimiento y no en puntos fundamentales a partir de los cuales reconfigurar el tejido mismo de un proyecto. Entonces, cuando se invita el arte a la academia, en cualquier forma y figura, ¿cuánto pueden o están dispuestos a desafiar los diversos actores y partes interesadas con respecto a su propia identidad y a los conocimientos que representan? Suponiendo que tales reconfiguraciones fueran posibles, la capacidad de la investigación artística para afectar el conocimiento sería virtualmente infinita, rompiendo no solo con lo que sabemos acerca del conocimiento, sino también con lo que reconocemos como arte.
Si, sobre la base de estas dos direcciones de viaje, tuviéramos que evaluar el estado actual de la investigación artística, tendríamos que describir un desequilibrio entre ambas. La pragmática de la primera dirección (en particular, la justificación de la educación doctoral) ha centrado la investigación artística hacia adentro, permitiendo que el campo se desarrolle al poner entre paréntesis y suspender lo que hay de artístico en él. En comparación con el éxito de esta dirección, es mucho más difícil ver cómo la investigación artística ha tenido efectos en nuestro enfoque del conocimiento en general. ¿Ha podido la investigación artística contribuir a la calidad de nuestros conocimientos, en particular en un momento en el que el mismo conocimiento está en peligro? No podría haber una mejor oportunidad para inventar nuevas identidades y relaciones, esta vez, quizás, basadas en el cuidado artístico.
Michael Schwab
Editor en jefe