Mis raíces
Hablo desde mi papá y mi mamá. Hablo desde Nayru.
Hablo desde la Nueva Atzacoalco, al nororiente de la Ciudad de México y desde Santa Úrsula Coapa, al sur.
Hablo desde Yuri, Natalia, Marina y Francisco.
Hablo desde la Universidad Nacional Autónoma de México y desde la educación pública y gratuita.
Hablo desde un cuerpo que duele.
Hablo desde la Unidad de Posgrado y la Facultad de Artes y Diseño.
Hablo desde el transporte público y desde un March rosa.
Hablo desde el mar abierto y los Marlboro Crafted.
Hablo desde la herida de la academia.
El sustrato
Hace cinco años me encontraba a punto de ingresar al Doctorado en Artes y Diseño, programa perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), espacio en donde realicé toda mi formación académica superior. Me interesaba saber cómo se realizaba aquello nombrado “investigación artística”.
A pesar de existir referentes de otras latitudes, principalmente europeas, el contexto implica determinaciones importantes en los haceres, por lo cual decidí enfocarme en indagar mi contexto particular, la investigación doctoral en artes de la UNAM. Ahora entiendo que, en realidad, estaba indagando sobre mi propio hacer, me estaba buscando a mí misma y a mi lugar en el mundo. Al final, pese a las nociones tan clásicas de objetividad y neutralidad que existen en la academia, ¿qué investigamos si no es lo que nos afecta, lo que nos toca, lo que nos duele?, preguntas que nos conducen a la idea de que, más allá de comprobar o validar datos, es importante hacer presentes los procesos que llevan a resultados específicos durante nuestras indagaciones.
En ese tenor, comencé a registrar obsesivamente mis acciones y a graficarlas. El primer acercamiento a ese recorrido lo realicé bajo un esquema temporal que divide la dimensión “académica” de la “artística” (1). Esta división, como explicaré más adelante, se va a diluir para dar paso a un entendimiento más global de la investigación. Sin embargo, en ese momento, esa primera visualización me dio la pista inicial para pensar. ¿De qué maneras podemos hablar de nuestros procesos?
El Posgrado en Artes y Diseño (PAD) de la UNAM, una de las instituciones más reconocidas del país, tiene su origen más remoto en la Academia de San Carlos, considerada la primera escuela de arte del continente americano y que en 1785, año de su creación, se localizaba en el centro de la Ciudad de México. Distintos eventos sociales, económicos y políticos derivaron en la integración de esta escuela a la Universidad y años después, en 2013, se creó el mencionado posgrado.
En 2019, después de una licenciatura y una maestría en artes y ante la creencia inocente de que el camino académico era fácil, miraba mi folio en la lista de aceptados al Doctorado en Artes y Diseño del PAD.
Mi acercamiento con la investigación artística había sido hasta ese momento con autores como Frayling (1993), Hannula, Suoranta y Vadén (2005), Hernández (2006), Borgdorff (2010), Arlander (2014) y Elkins (2014), aunque una de mis referentes principales siempre ha sido Natalia Calderón (2015).
En mi primera reunión con Y, me pidió elaborar la base de un gráfico que después se transformaría en un Esquema Dinámico Complejo (Serrano, 2017) y en un Sistema de Información Adaptativo e Hipervinculante o SIAH (Aguilar, 2018), bases de muchos de mis procesos e inicio de mi trabajo permanente con esquemas.
Posteriormente, mi reunión con Y, A y J fue desastrosa. Me sentí destruida. Debo aceptar que no iba muy preparada pero me sirvió para notar que necesitaba ser más clara, confirmando mi afinidad con los esquemas y su utilidad (Arellano y Santoyo, 2012; Novak, y Cañas, 2006).
Germinar
El árbol del conocimiento ha funcionado como metáfora en diversos ámbitos de la vida humana, desde la religión hasta las ciencias de la vida. La lingüística, por ejemplo, ha aplicado esta metáfora para visualizar relaciones entre las lenguas naturales. En biología, es tomada como recurso para graficar árboles filogenéticos que muestran la historia evolutiva de un grupo taxonómico.
Sin duda, su empleo invita a un pensamiento que genera descripciones evolucionistas y lineales. Sin embargo, elegí esta metáfora porque es posible entenderla también de una manera distinta, más sistémica, compleja y humana.
Una comparación inevitable es el concepto de “rizoma”, propuesto por los filósofos franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari (1976), quienes lo utilizan para hacer una crítica explícita y radical a la estructura del árbol. Estos pensadores plantean que el árbol representa una forma de pensar jerárquica con una organización vertical que sigue patrones lineales y causales. También mencionan que cada elemento se constituye con una identidad fija y estable y, finalmente, refieren a la exclusión de lo múltiple. Todo lo anterior conlleva una limitación de la creatividad, el pensamiento divergente y la conexión entre diversos elementos.
Considero que, más que un enfrentamiento, el entender el árbol como un ecosistema y no como una entidad estática permite dialogar con la propuesta de rizoma, encontrando en él una metáfora complementaria. El árbol tiene estructura, jerarquía y verticalidad, pero estas características no implican aislamiento. En lugar de una contradicción, el árbol representa un puente entre lo individual y lo colectivo, un punto de partida para entender la ecología de relaciones que existe en cualquier sistema complejo.
Sentada en el jardín de casa de mis padres (aquella casa al nororiente de la ciudad, donde he pasado la mayor parte de mi vida), me encontré mirando el árbol a mi lado. Tal vez por mi sensibilidad particular, tal vez por lo real del encuentro, no vi una clasificación, una linealidad o una jerarquía, vi un ecosistema. El árbol encarna las cualidades de la vida y su crecimiento. En él se encuentran las ideas de origen, sustrato, raíz, desarrollo, florecimiento, polinización y más, además de las interacciones entre sus células y las de sus simbionte, su interacción con la atmósfera, la hidrosfera, el suelo, otra macrofauna, como ardillas, aves, pero también insectos, etc. El árbol no es una unidad aislada; es una red de redes, un microcosmos dentro de un macrocosmos. El árbol incluye el concepto de rizoma, pero al no limitarse a esa interacción, una puede resaltar no solo las conexiones horizontales, sino también la verticalidad y las relaciones multiescalares que se estructuran a partir de él.
Por ello, propongo considerar el árbol como agente de un entorno-contexto, antes que unidad diferenciada, asumiendo la mencionada postura ecosistémica.
La presentación de mi investigación a manera de árbol hace explícito el sustrato histórico, los orígenes, procesos y resultados. Enfatiza las conexiones directas que se generaron, pero también aquellas dinámicas emergentes e incluso los caminos sin terminar. No se puede hablar de un cierre o conclusión, ya que su dinámica de interacción habrá expandido el trabajo a muchas otras posibles dimensiones, personas, contextos, disciplinas o investigaciones.
Comienzo con una crónica (2) y se va construyendo en estrategias que transitan de lo visual a lo material.
Pensé que la revisión de los autores europeos sería suficiente para abarcar mi objeto de estudio -el doctorado-. Fue a partir de la propuesta de Esche (citado en Slager, 2012) sobre una academia de investigación en artes sin especializaciones, sin aislamientos y sin jerarquías que me di cuenta de que, claramente, esas propuestas no operaban en el contexto de mi doctorado, el cual se caracterizaba por tener una estructuración disciplinar, especialización, aislamiento y jerarquía. En mi perspectiva, la UNAM en general tiene esa tendencia: lejos de ser un espacio de creación de conocimiento libre, es un feroz campo de batalla, de imposiciones de poder y desigualdades en muchos sentidos.
Empezando un poco de cero, pero con una visión necesariamente situada, me di entonces a la tarea de establecer nuevas lentes teóricas y metodológicas para mi análisis, que consistiría en la revisión de las tesis generadas en el doctorado.
Pensando en una diversidad metodológica, a la manera de Paul Feyerabend (2010) retomado por Hannula, Suoranta y Vadén (2005), mis cristales —término que utilizo para sustituir la idea del marco teórico por su estrechez— fueron los sistemas complejos (Gershenson, 2011; 2013), la teoría de campos sociales (Bourdieu, 1990) y la práctica escultórica. Esta última, debido a que considero que la sensibilidad específica con la que aprehendemos el mundo configura también nuestro modo de investigar.
Empecé, entonces, con el análisis de las tesis doctorales. Para ello, hice una selección de aquellas que referían contener práctica artística como parte del trabajo (excluyendo las de acercamientos puramente “teóricos”). Encontrándonos en confinamiento derivado de la pandemia por SARS-COV-2, únicamente fue posible trabajar con las tesis disponibles en línea, resultando un corpus de 48 documentos generados entre 2013 y 2020.
Las categorías de análisis que utilicé fueron retomadas de propuestas de investigación cualitativa (Denzin y Lincoln, 2003; Guba y Lincoln, 2002; Morse, 2006; Vasilachis, 2006; Taylor y Bogdan, 2013). Debido a mi interés en desentrañar el concepto de “investigación-producción”, eje conceptual que se plantea en el Posgrado, trabajé con una división analítica provisional entre, por un lado, las categorías referentes al proceso de investigación académica y, por el otro, los elementos inherentes a la producción artística. El resultado fue el siguiente:
Prácticas académicas:
a) Paradigmas y perspectivas teóricas
b) Estrategias de investigación
c) Métodos de recolección y análisis
d) Prácticas de interpretación y presentación
Prácticas artísticas:
a) Técnicas artísticas/disciplinas históricas
b) Estrategias y recursos de presentación
c) Teorías y posturas artísticas
d) Historia del arte (referentes)
Utilicé el software de análisis cualitativo de datos MAXQDA, el cual me permitió asignar, contabilizar y visualizar de manera ordenada las categorías que se iban asignando a cada parte de los documentos, identificando no solo los elementos en sí mismos, sino las relaciones entre ellos, para realizar un siguiente proceso de interpretación.
Crecer
La primera alusión gráfica al árbol presenta el tronco como asunto central de la investigación, las raíces como sus antecedentes (los míos), las ramas y las hojas como indagaciones que se generaron sobre la marcha y los frutos como los resultados socializados hasta ese momento (3).
Posteriormente, se regresa a la esquematización, aludiendo sobre todo a la estratificación y la ramificación vertical del árbol. En colores distintos se presentan los elementos que “ingresaron” a la estructura central, como los eventos formativos (seminarios, talleres o clases), las actividades artísticas a las que asistí, las actividades de gestión y las de docencia, las imágenes resultantes de esa etapa y las situaciones personales (4). En este punto, se empieza a reconocer una concepción de la investigación que supera nociones dualistas como la de teoría-práctica y se enfoca más bien en pensar las distintas dimensiones que atravesamos al investigar, las cuales, además, no solamente corresponden a los acostumbrados elementos académicos o incluso artísticos, sino también a la experiencia, el diálogo, las conversaciones, la corporalidad y un largo etcétera.
Cabe mencionar, también, que todos estos elementos probablemente no corresponden a un mismo orden semántico. Sin embargo, es esa diseminación de información en diferentes estratos, escalas y dimensiones lo que reafirma la noción ecosistémica. El árbol de conocimiento establece conexiones con otros árboles entendidos como préstamos disciplinares, con otras personas, entendidas como diálogos, con otras experiencias.
Estas dimensiones se vinculan de formas no siempre lineales, estableciendo relaciones emergentes que se hacen más evidentes en la primera etapa objetual del árbol. Trabajando con una parte del árbol original que fue podada, integré con textos e imágenes los elementos referidos en etapas anteriores y coloqué hilos de color que buscan hacer presentes de forma material las conexiones que aparecieron y que no siguen necesariamente el crecimiento “natural” (5).
Estas conexiones representan las interacciones internas y externas que se pueden dar en el transcurso de una indagación. Dichas interacciones no son visibles o tangibles, son información. Y esa información se intercambia de diferentes maneras y en distintos lenguajes y medios.
El último trabajo personal que realicé como parte del proyecto fue una pieza escultórica que condensa lo material y lo formal en la presentación del proceso. Coloqué cuadrados transparentes, a manera de planos que se elevan en distintos ejes. Cada uno está grabado con palabras significativas, actividades o sensaciones, además de esquemas circulares que remiten a los primeros dibujos que realicé. Los planos son atravesados por líneas que generan diversas trayectorias en el espacio, creando un volumen ilusorio (6). La palabra de cierre es ‘incertidumbre’. No sabemos qué vendrá después.
A partir del segundo semestre de mi estancia doctoral, explotó en mí un interés disciplinar y temático diverso, probablemente motivado por una personalidad contradictoria e impaciente.
Si bien la UNAM puede ser implacable a nivel laboral, es sumamente generosa con sus estudiantes.
Asistí al seminario de metafísica de la Facultad de Filosofía, cursos de metodología de investigación desde lo cualitativo, lo biográfico, lo autoetnográfico, la teoría fundamentada; asistí a cursos y seminarios sobre sistemas complejos, arte y ciencia, complejidad social, crítica de arte, lógica y argumentación, divulgación de las humanidades y ciencias sociales, evaluación educativa, código crítico en el arte, participé en el Seminario Permanente de Investigación Artística SPIA coordinado por la Dra. Natalia Calderón, y del Seminario de Arte, diseño y procesos sociales coordinado por el Dr. Yuri Aguilar Hernández.
Menciono todo esto, no con la intención de hacer un resumen curricular, sino más bien para establecer una postura sobre la importancia de las dimensiones que normalmente no se consideran relevantes en una investigación. Solemos pensar en nuestros referentes como aquellos grandes teóricos; sin embargo, la construcción de nuestro pensamiento y por lo tanto de nuestra indagación se construye también a partir de las experiencias e interacciones cotidianas, los diálogos disciplinares, los sentires y las vivencias. El árbol convive con aves, hormigas, insectos, pero también con otros árboles, se nutre del agua del cielo y de los elementos de la tierra. Su paradigma es la diversidad.
Gracias a estas experiencias formativas y a los diálogos con C, S, J, R, R, A, N, Y, H y muchos nombres más, la investigación cobró forma.
Más allá de los resultados del análisis de las tesis, los que pueden revisarse de manera más precisa en mi tesis doctoral (Palacios, 2023), el árbol comenzó a florecer. El principal hallazgo, sin duda, fue la propuesta de clasificación respecto de la relación entre las prácticas académicas y las prácticas artísticas, con lo cual llegué a la conclusión de que el posgrado no está listo para tener esa conversación.
Pero ese trabajo, combinado con la diversidad de experiencias, fue únicamente una dimensión de los resultados. El tronco central del árbol generó numerosas ramificaciones, buscando el objetivo de visualizar y socializar mis procesos. Esto se logró mediante diversas estrategias: la presentación de comunicaciones académicas, la organización de eventos, la elaboración material de dispositivos y la escritura de diversos textos; aunque la más importante hasta el momento ha sido la posibilidad pedagógica que detonó esta propuesta.
Florecer/Ver florecer
Pensando en el árbol como una estrategia para visualizar y socializar procesos, trabajé con mis estudiantes una iniciativa similar. La provocación fue pensar formas de socializar sus procesos de investigación más allá de la tradicional exposición artística o del artículo académico. Mi árbol sirvió como ejemplo, pero la riqueza del asunto fue el co-construir caminos sensibles que se conjugaran con la naturaleza de cada proyecto. Este tipo de ejercicios pedagógicos hacen que la actividad de investigación se expanda, cobre sentido más allá de sí misma y sus resultados. El árbol de mi casa siempre estuvo en medio de un jardín urbano. Eso no le impide dialogar y socializar con otros árboles, y, mucho mejor, con otros entornos, personas, seres.
Me conflictúa operar bajo la etiqueta de “artista” o “investigadora”. Algunos años en la Universidad han dejado caer sobre mí el desencanto respecto a la academia y sus grandes figuras. Es una suerte, ya que ahora puedo concebirme más allá de esas etiquetas rígidas. Por ello, mi persona se constituye desde mi práctica docente, en primer lugar, y de las reflexiones diversas que de ella devienen, al especializarme en la cuestión didáctica-metodológica de la investigación en artes. Investigar, enseñar, aprender, crecer con otras y otros, verles florecer y tomar sus caminos, sembrando nuevos árboles de conocimiento, me ha reencantado.
El ejercicio propuesto mostró sus frutos. En primer lugar, me gusta pensar que las investigaciones generadas en mi clase llevan alguna esencia del árbol, que se ha expandido hacia la serigrafía, el futuro, las imágenes hegemónicas, el feminismo, los sueños, la producción de arte, la descolonización, la verticalidad y todos aquellos temas y procesos que R, J, N, A, E, E, D y N han trabajado y que han encontrado su propia forma de arborescencia, a partir del sonido, la imagen, la danza, la instalación...
En segundo lugar, pudimos generar un trabajo colectivo. A partir de una serie de ejercicios y experimentaciones, cada quién estableció un dispositivo para mostrar sus procesos. Las consignas fueron, primero, salir de los extremos tradicionales de exposición académica y artística (el paper y la galería) y pensar qué puede haber en el rango intermedio; segundo, permitirse hablar del proceso de investigar y no de los temas o resultados.
El resultado fue un catálogo que desarrolla cada una de las propuestas, articuladas desde un título conjunto: “Mapeando recorridos” (7). Estos dispositivos serán expuestos próximamente.
El árbol se convierte en bosque.
Referencias
Aguilar Hernández, Y. A. (2018). Hagámoslo nosotros mismos: investigación inmersiva del arte en acción. Universidad Nacional Autónoma de México. [Tesis de doctorado, Universidad Nacional Autónoma de México]. Repositorio institucional TESIUNAM http://132.248.9.195/ptd2018/octubre/0781674/Index.html
Arellano, J., y Santoyo, M. (2012). Investigar con mapas conceptuales. Narcea.
Arlander, A. (2014). On methods on artistic research. En AR Yearbook. Swedish Research Council.
Borgdorff, H. (2010). El debate sobre la investigación en las artes. Cairon. Revista de Ciencias de La Danza, (13), 25-46.
Bourdieu, P. (1990). Sociología y cultura. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Calderón García, N. (2015). Irrumpir lo artístico, perturbar lo pedagógico. La investigación artística como espacio social de producción de conocimiento. Universidad de Barcelona.
Deleuze, G. y Guattari, F. (1976) Rizoma. Pre-textos.
Denzin, N. K., y Lincoln, Y. S. (Eds.). (2003). Strategies of qualitative inquiry. Sage.
Elkins, J. (2014). Artists with PhDs: On the new Doctoral Degree in Studio Art. New Academia Publishing.
Feyerabend, P. (2010). Tratado contra el método. Tecnos.
Frayling, C. (1993). Research in art and design. Royal College of Art.
Gershenson, C. (2011). The Implication of Interactions for Science and Philosophy. Foundations of Science, 18(4).
Gershenson, C. (2013). Complexity. En B. Kaldis (Ed.), Encyclopedia of Philosophy and the Social Sciences. SAGE.
Guba, E., y Lincoln, Y. S. (2002). Paradigmas en competencia en la investigación cualitativa. En C. Denman & J. A. Haro (Eds.), Antología de métodos cualitativos en la investigación social (pp. 113-145). El Colegio de Sonora.
Hannula, M., Suoranta, J., y Vadén, T. (2005). Artistic research-Theories, Methods and Practices. Academy of Fine Art and Gothenburg: University of Gothenburg.
Hernández Hernández, F., Gómez Muntané, M. del C., y Pérez López, H. (2006). Bases para un debate sobre investigación artística. Ministerio de Educación y Ciencia, España.
Morse, J. M. (2006). Asuntos críticos en los métodos de investigación cualitativa. Universidad de Antioquia.
Novak, J.D. y Cañas, A.J. (2006). The Theory Underlying Concept Maps and How to Construct Them, Technical Report IHMC CmapTools 2006-01. Institute for Human and Machine Cognition.
Palacios Ruiz, I. (2023). Paradigmas y prácticas en contradicción. Acercamientos múltiples a los elementos que configuran las investigaciones doctorales en artes visuales del Posgrado en Artes y diseño y sus relaciones.[Tesis de doctorado, Universidad Nacional Autónoma de México]. Repositorio institucional TESIUNAM. http://132.248.9.195/ptd2023/octubre/0848128/Index.html
Serrano Figueroa, L. E. (2017). Arte, diseño y complejidad ambiental urbana: recursos críticos del arte y el diseño en investigación acción interdisciplinaria sobre procesos culturales y socioambientales. [Tesis de doctorado, Universidad Nacional Autónoma de México]. Repositorio institucional TESIUNAM http://132.248.9.195/ptd2017/septiembre/0765167/Index.html
Slager, H. (2012). The pleasure of research. Finnish Academy of Fine Arts.
Taylor, S. y Bogdan, R. (2013). Introducción a los métodos cualitativos de investigación: la búsqueda de significados.Paidós.
Vasilachis de Gialdino, I. (2006). Estrategias de investigación cualitativa. Gedisa.
Biografía
Itzel Palacios Ruiz. Nacida hace 33 años en el oriente de la Ciudad de México, siempre soñó tener una ventana con vista a la calle. Con una licenciatura, una maestría y un doctorado en Artes y Diseño por la UNAM, así como una maestría en educación, se mueve entre los campos académico y artístico, especializándose en metodología de investigación, formación artística, investigación educativa y sistemas complejos. De personalidad conflictiva y contradictoria. Actualmente es docente y tutora en la Facultad y el Posgrado en Artes y Diseño, y aunque su ventana aún no da a la calle, conserva la esperanza.